Una Pastelería en Tokio - Poesía y dorayakis

Sentaro tiene una pequeña pastelería en Tokio en la que sirve dorayakis (pastelitos rellenos de una salsa llamada anko). Cuando una simpática anciana se ofrece a ayudarle, él accede de mala gana, pero ella le demuestra que tiene un don especial para hacer anko. Gracias a su receta secreta, el pequeño negocio comienza a prosperar. Con el paso del tiempo, Sentaro y la anciana abrirán sus corazones para confiarse sus viejas heridas.

La última película de la directora Naomi Kawase es probablemente la más accesible que ha rodado hasta la fecha. Como en todo el cine de la japonesa, aquí vuelven a cobrar vital importancia los pequeños detalles: las flores del cerezo, el sonido del viento moviendo las hojas, el aroma de una pasta de judía roja, etc. También tienen cabida las reflexiones sobre la vida, la muerte, el amor y la amistad.  La película se enriquece de esos momentos, que aportan el personal toque de Kawase a esta historia sencilla y, si se quiere, convencional pero nunca del todo previsible.

La dirección del film es muy acertada y elegante. A diferencia de anteriores películas de la directora, en esta no utiliza la cámara en mano ni los largos planos secuencia. Sin embargo, se adecua perfectamente a la historia que quiere contar. Además, Kawase sabe sacar oro de sus tres actores protagonistas. Todos ellos están fantásticos en sus respectivos papeles, destacando a la veterana actriz Kirin Kiki, que construye un personaje entrañable, sabio y muy humano. 
'Una pastelería en Tokio' quizá no tenga la profundidad de 'Aguas Tranquilas' o 'Shara', pero tampoco la necesita. Es una película mucho menos ambiciosa, pero igualmente disfrutable y muy agradable de ver, que está contada con sensibilidad y buen gusto, y aunque no tenga la complejidad de hacer un dorayaki, sí que es tan placentero verla como comerse uno.
7/10

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