Solo el fin del mundo - Gritos de despedida


Xavier Dolan se ha ido convirtiendo poco a poco y a méritos propios en uno de los directores más personales e interesantes en activo. Una nueva película suya supone una expectación máxima por parte de la cinefilia mundial. Con tan solo 27 años, 'Solo el fin del mundo' es su sexta película, en la que adapta la obra de teatro de Jean-Luc Lagarce sobre un hombre que regresa a su casa tras doce años sin ver a su familia para comunicarles que su muerte está próxima probablemente a causa del SIDA (aunque esto no quede especificado en la película, se puede intuir). En esta reunión familiar se dará lugar a todo tipo de discusiones, muestras de afecto y tensiones. La película, pese a la mala recepción que obtuvo por parte de la prensa, fue premiada en el festival de Cannes con el Gran Premio del Jurado. También ha resultado ser una de las 9 seleccionadas para competir por el Oscar en la categoría de habla no inglesa.
Con 'Solo el fin del mundo', Xavier Dolan muestra la que es, como muchos se han empeñado en llamarla, su obra más madura mediante la mencionada obra de Lagarce. El tema no es ni mucho menos novedoso, pero el principal problema no se debe a esto, sino a una propuesta dramática mal planteada. La película se sustenta mediante un excesivo e incomprensible uso de los primeros planos, que lo único que consigue es alejar al espectador del universo asfixiante al que se somete el protagonista con su vuelta a casa. Dolan es incapaz de generar la deseada atmósfera con las imágenes, por lo que lleva a cabo una irritante puesta en escena para conseguirlo. 
Ni siquiera los intérpretes son capaces de salvar la propuesta, pues por exigencias del director, sobrepasan los límites de la sobreactuación en más de una ocasión por culpa de unos personajes tan histriónicos como mal construidos. Gaspard Ulliel, el protagonista de la cinta, y quien tiene el rol más silencioso y menos estridente, y Léa Seydoux son los que mejor parados salen. En cambio, Vincent Cassell, cómodo en su habitual e insoportable registro de hombre desquiciado y especialmente, una Marion Cotillard tan perdida como su personaje, ofrecen dos de las peores interpretaciones de sus carreras. 

El principal problema, no solo se debe a los diálogos, sino a una desesperante e incoherente manera de abordarlos. Dolan nunca se ha caracterizado por su sutileza, pero aquí la histeria se apodera de la narración con el fin de no aportar absolutamente nada. La extraña frialdad que transmite la puesta de cámara, se ve contrastada con unos personajes que no dejan de gritar y música a todo volumen. La autoindulgencia también hace mella en la película, dejando claro en cada plano que el conocido enfant terrible canadiense se tiene en muy alta estima a sí mismo. Algunas conversaciones larguísimas que no parecen llevar a ninguna parte como la de cierta escena en un coche y un final que es capaz de acabar con los nervios de cualquiera, son alguna prueba de ello. Por no hablar de un uso delos símbolos (el pájaro, el reloj, etc) ridículo y obvio.
Aunque si hay algo que le sale bien y que es lo que mejor funciona, es lo que se ha convertido en su marca de la casa: los momentos musicales. En el filme que nos ocupa, no tienen demasiado sentido, ya que rompen con la narración abruptamente y sin ningún tipo de lógica interna, pero sin embargo, son los momentos más lúcidos y potentes, que nos recuerdan el gran poderío visual del cine de Dolan. La mejor secuencia de la película es a modo de flashback en la que suena Une miss s'immisce. 
'Solo el fin del mundo' es una decepción en toda regla. Se pierde en la desmesura y en una falsa intensidad. Una película ensimismada e irritante que queda asfixiada en sus propias ambiciones, y que sin duda, no formará parte de los trabajos más destacados de su director. 

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